sábado, 25 de noviembre de 2006

Little Miss Muffet

Little Miss Muffet sat on a tuffet,
Eating her curds and whey.
There came a big spider,
Who sat down beside her.
And frightened Miss Muffet away!



La pequeña señorita Muffet, era muy osada. Solía sentarse en los bancos de las plazas a comer tranquilamente y a ver pasar a la gente. Algunas veces un hombre (y muy de vez en cuando una mujer) se le acercaba y le hacía proposiciones indecorosas pensando que con eso la intimidarían. Cuanto se equivocaban los pobres desdichados.

La pequeña señorita Muffet, como ya dijimos, era muy osada y hasta podriamos decir que temeraria. Le encantaba provocar a los demás, mostrarles que era asequible y que era una presa fácil. Claro que llegado el momento, la señorita Muffet huía dejando a sus víctimas con las ganas de más o con una satisfacción efímera.

Hasta que un día apareció un hombre mucho más osado que la pequeña señorita Muffet. Un hombre de esos a los que se mira a la cara y se ve nuestro temor reflejado en sus ojos. La pequeña señorita Muffet se estremeció de gozo pensando en que sería todo un reto añadirle a la lista de sus víctimas. Cuanto se equivocaba.

Cuando ese hombre terminó con la pequeña señorita Muffet, ésta, tenía el corazón destrozado, las marcas de los maltratos psicológicos grabadas en su cerebro y las huellas de los puños de ese cretino en las paredes. Además un préstamo que pagar al banco y un hijo que iba a abortar. Definitivamente, la próxima vez que viera un extraño acercarse, la pequeña señorita Muffet se iría corriendo, aunque sólo fuera una araña muy grande.

jueves, 23 de noviembre de 2006

No existen los cuentos de hadas

Alicia tomaba té con el Sombrero Loco y el Conejo, mientras el reloj señalaba una y otra vez que era tarde. Si, claro que era tarde llevaba una semana entera bebiendo aquella copa con absenta y el té se había enfriado. Unos extraños hongos insistían en que los comiera pero, su gata le había advertido contra el abuso de la Amanita.

Caperucita estaba cansada de llevarle la misma cesta una y otra vez a su abuela, que lejos de ser una amable viejecita, era una madura mujer, algo cascarrabias y adicta al Prozac. El Lobo la observaba desde detrás de un árbol, mientras se relamía porque Caperucita estaría mucho mejor que la Abuelita, de eso no había dudas. Además el asunto con los tres cerditos le había dejado muchas dudas acerca de su sexualidad y debía zanjar todo ello.

No esperen encontrar cuentos de hadas con finales felices, sino todo lo contrario. Ya se los he advertido, no digan que no les avisé.